Uno de los aspectos destacados de la elección de los convencionales constituyentes, realizada el 15 y 16 de mayo de 2021, fue el éxito de candidatos independientes, sobre todo aquellos que en ese momento estaban agrupados en la Lista del Pueblo, relativo a los escaños conseguidos por los partidos tradicionales y comparado también con lo que ellos han conseguido en elecciones parlamentarias pasadas. Parte de ese éxito se debe a la posibilidad única en esta elección de que los independientes pudieran agruparse en listas, con la posibilidad de competir palmo a palmo con los bloques tradicionales. Otra parte de ese éxito tiene relación con el desprestigio de los partidos tradicionales. Ese desprestigio tiene varias expresiones. La primera, y la más evidente, es la pérdida de identificación de la ciudadanía con los partidos. En 1990, 80% de la población adulta en Chile se identificaba con algún partido político, según la encuesta del Centro de Estudios Públicos. Una vez terminado el gobierno de Aylwin, la identificación partidaria comenzó una trayectoria descendente y abrupta, que llega a su punto mínimo tras el estallido social de octubre de 2019, según la misma encuesta. En octubre de 2020, de acuerdo con las cifras del Monitor de Cambio Social de LEAS, 29% de las personas entrevistadas dice identificarse con algún partido, una cifra superior a la observada al final del 2019, consecuente con el ambiente de efervescencia electoral vivido justo antes del plebiscito y también con la proliferación de partidos que han surgido tras la reforma a la Ley de Partidos de 2015.
Una segunda expresión del desprestigio partidario es la escasa confianza que los chilenos depositan en los partidos políticos. En 1990, 21% de los chilenos decía confiar mucho en los partidos políticos, según lo registrado por la Encuesta Mundial de Valores. Al poco andar desde el retorno de la democracia, la proporción de personas que decían confiar mucho en ellos cayó a 4% en 1996 y todavía más durante la primera década del siglo XXI, alcanzando un 1% en 2006 y manteniéndose en esos niveles durante la década siguiente. En octubre de 2020, de acuerdo con las cifras del Monitor de Cambio Social de LEAS, 2% de las personas entrevistadas dice confiar mucho en los partidos, un aumento de un punto porcentual, que no es significativo en términos estadísticos.
Una tercera expresión de la pérdida de sintonía de los partidos con la población general es la percepción de que los partidos no reflejan las demandas de los ciudadanos. Las cifras de la encuesta realizada en octubre de 2020, muestran que solamente 11% de las personas entrevistadas está de acuerdo con que los partidos políticos reflejan las demandas de los ciudadanos. En contraste, tres de cada cuatro personas encuestadas está en desacuerdo con tal afirmación. En el estudio cualitativo, igualmente, no se le asigna mucha importancia a la identificación partidaria de los candidatos, que se ve como un obstáculo o, en el mejor de los casos, poco relevante:
"Quizás puede ser un problema referente a su pregunta anterior, como el temor, quizás no llegar a un consenso y que esto se alargue por lo mismo, porque hay diferentes pensamientos, diferentes ideologías, diferentes caracteres y lo ideal es ir orientado al logro, orientado al éxito, orientado al cambio y quizás eso sea más necesario que ver de qué partidos son", (hombre, 24 años, GSE medio-bajo, regiones).
Estas expresiones son problemáticas para un sistema de democracia representativa como el chileno. Los partidos políticos son organizaciones sociales que van mucho más allá de la selección y el reclutamiento del personal que busca ocupar los cargos de elección popular. Ellos también agregan y jerarquizan las preferencias de la ciudadanía, las insertan en programas basados en perspectivas ideológicas y doctrinarias coherentes y de largo plazo, en contraste a los movimientos ciudadanos que se agrupan en torno a intereses temporales específicos. Por esa razón, no es de extrañar que la baja identificación con los partidos y la alta desconfianza esté asociada a la percepción generalizada de que los partidos no reflejan bien las demandas ciudadanas.
Más aún, los partidos institucionalizados y afianzados contribuyen a la democracia representativa, en cuanto le otorgan legitimidad y gobernabilidad al país1. En esa perspectiva, la escasa identificación con los partidos, por un lado, y la desconexión de los partidos con las demandas ciudadanas, por otro, pueden derivar en problemas de legitimidad y gobernabilidad.
Esta falta de representación está también asociada con la eficacia externa declarada por las personas encuestadas. Nuestros datos sugieren que las personas con alta eficacia externa (esto es, que están en desacuerdo con la frase “la gente como yo no tiene ninguna influencia en lo que hace el gobierno”) tienden a estar más en desacuerdo con que “los partidos políticos reflejan las demandas de los ciudadanos” (Gráfico 2). Es decir, creen tener influencia, pero no perciben que esta influencia ocurra precisamente a través de los partidos. Las diferencias en este porcentaje de desacuerdo por sub-grupos de eficacia externa son significativas con un 95% de confianza.
Una de las esperanzas más relevantes en el contexto de la discusión de la Convención constitucional se vincula con el resultado de las elecciones, la diversidad en quienes fueron elegidas y elegidos, y el potencial surgimiento de nuevos liderazgos políticos al alero de la Convención. En particular, la principal expectativa que emerge en el estudio cualitativo al respecto se relaciona con la emergencia de nuevas figuras que vayan más allá de las distinciones ideológicas convencionales del escenario político y que, por lo mismo, permitan dar cabida a un proceso de escucha y diálogo provechoso.
"Yo creo que esto empezó a disiparse bastante y la gran mayoría quedamos bastante conformes y gratamente entusiasmados por el tema de que hay mucha gente muy variada de profesionales que están ahí y yo pienso que ahora sí se va a hacer una Constitución que nos va a favorecer, que realmente se va a mirar o la esperanza es que realmente se mire el bien país, que alguien se preocupe por el bien país y no solamente por el bien de un partido o de un sector. Yo creo que la esperanza primera es esa: el bien país", (hombre, 50 años, GSE medio-alto, regiones).
La evaluación sobre las y los candidatos independientes resulta en principio favorable, bajo la premisa que tal cualidad opera de forma distinta respecto de los espacios de negociación política que, las más de las veces, aparecen clausurados por las diferencias partidarias que suponen, en principio, alejarse de la posibilidad de diálogo requerido para articular un bien común. Esto es congruente con lo que mostraba el Monitor de Cambio Social de LEAS en el Gráfico 2: la mayoría de las personas considera que los partidos no reflejan las demandas de los ciudadanos. Así, la Convención, desde la perspectiva de la ciudadanía, aparece como un espacio de apertura a nuevos estilos de liderazgos que no aparecen opacados por las estructuras e intereses partidarios.
"Ahí salió nadie de partidos políticos prácticamente, y mucha gente independiente; ahí se demostró en el fondo que está habiendo un recambio y claro, no podemos pretender que haya un recambio 100% porque es la primera elección que venimos con este cambio, entonces yo creo que a lo mejor para la siguiente sí se van a atrever más independientes, sí va a haber gente que pueda salir distinta a familias políticas que siempre han estado atornilladas", (mujer, 36 años, GSE medio-alto, regiones).
La orientación pragmática en la discusión, que supone y requiere aceptar las diferencias ideológicas de los integrantes de la Convención, aparece igualmente como un medio eficaz para no estancarse en divisiones ideológicas exacerbadas en términos de los procedimientos de la Convención.
"Yo creo que lo principal es tener una capacidad de diálogo y de empatía con la necesidad de la gente, dejar un poco los colores políticos y ver cómo resolver los problemas de las personas principalmente", (hombre, 56 años, GSE medio-alto, RM).
Pasando ahora a los contenidos del proceso, existe conciencia en quienes participaron del estudio cualitativo sobre el carácter excepcional del proceso de discusión constitucional que está ocurriendo en Chile. Los participantes articulan una serie de esperanzas sustantivas respecto al proceso, especialmente en lo que refiere a la capacidad que éste tendría de configurar un país más integrado, esto es, más allá de las diferencias político-ideológicas existentes, mediante el abordaje de problemáticas recurrentes en la sociedad chilena, entre las que se cuentan pensiones, salud y educación.
"Yo veo un Chile más equitativo eso es lo que quiero ver en los próximos 12 meses. Un Chile más seguro, no con tanta situación de inestabilidad en todo ámbito, o sea más equidad digamos, más equidad, eso es lo único que pretendo ver", (mujer, 50 años, GSE medio-alto, RM).
"Yo creo que independiente del partido político en que hayan estado, que ojalá se pueda hacer en las cosas positivas, que sea para todos. Por ejemplo, para la parte de educación, que haya una buena educación, que la salud sea una buena salud y que no beneficie solamente a los que pueden, sino que para todos", (mujer, 21 años, GSE medio-bajo, regiones).
En suma, el apoyo a los independientes parece relacionarse con la desafección política y el desprestigio de los partidos. Los resultados cuantitativos y cualitativos expuestos aquí, que se profundizan en el estudio completo, ayudan a comprender el apoyo a los independientes que se manifestó con fuerza en las elecciones de convencionales constituyentes en mayo y que, seguramente, continuará marcando la agenda política en los próximos tiempos. A modo de conclusión, cabe notar que estos resultados fueron recabados antes de que empezara a sesionar la Convención. En el transcurso de los últimos dos meses, varias polémicas relacionadas a los convencionales independientes han salido a la luz, y según datos de diversas encuestas esto parece haber minado la confianza de la ciudadanía en este órgano. Justamente por las altas expectativas que se habían depositado en ella, no es sorprendente que cuando estas expectativas se ven defraudadas por escándalos que recuerdan a las peores prácticas de los partidos tradicionales, la confianza en las nuevas figuras políticas caiga agudamente.