Opinión

Factfulness: datos para combatir nuestros sesgos

10/06/2022
Share

Hace muchos años que se habla sobre el alejamiento de las élites con respecto a la población general en Chile. Aunque fue particularmente evidente durante el estallido social y la pandemia, este alejamiento tiene larga data. Hay un elemento asociado a este distanciamiento que me preocupa bastante: la relativa ignorancia sobre las condiciones de vida del resto de la población. Claro, personas pertenecientes a la élite dirán que el resto de su grupo desconoce cómo vive la ciudadanía, pero ellas sí conocen tales condiciones, apelando casi siempre a la casuística (i.e. “la gente en la calle me dice que…”). Además, si a ello sumamos que los individuos tienen una tendencia a la homofilia, esto es, a relacionarse con individuos similares a sí mismos, entonces una creencia que se asume como verdadera para el grupo social más cercano recibe constantes refuerzos por medio de la redundancia de la información que circula a través de él y termina, de este modo, proyectándose hacia el resto de la población. De esta forma, la élite puede terminar percibiendo imágenes muy distorsionadas del resto de la población.

Para ser justos, este argumento también aplica para el resto de la población, en el sentido que tiene visiones muy distorsionadas de cómo vive la élite. No obstante, este argumento es más preocupante cuando se trata de la élite gobernante, ya que estas imágenes distorsionadas acerca de cómo vive la población pueden estar presentes al momento de tomar decisiones que nos afectan. Por supuesto, las decisiones no serán adecuadas si están basadas en percepciones erróneas.

Habitualmente, estas imágenes son negativas, pues claro, las personas promedio en Chile perciben un ingreso muchísimo más bajo que las élites que nos gobiernan. Por lo tanto, éstas se preguntan: ¿cómo se puede vivir bien con ingresos tan bajos? (asumiendo que el “buen vivir” se refiere al estilo de vida que estas mismas personas llevan).

¿Estoy exagerando? Yo creo que no. Hace algunos años, junto a Bernardo Mackenna, hicimos un estudio con datos de Chile que señalaba que a mayor nivel socioeconómico —medido por la cantidad de bienes que posee el hogar— y nivel educativo —medido por el máximo grado académico alcanzado—, mayor es la insatisfacción percibida para el resto de la población.

¿Qué hacer para acercar las élites a la población? Una respuesta se puede encontrar en el libro que leí hace algunos años Factfulness: Ten Reasons We’re Wrong About the World—and Why Things Are Better Than You Think, escrito por Hans Rosling y terminado por su hijo Ola Rosling y su nuera Anna Rosling Rönnlund —Hans falleció en el proceso de redacción del libro, pero como se menciona en el mismo texto, él alcanzó a revisar algunos capítulos del libro mientras era trasladado en ambulancia al hospital.

A través de su experiencia como especialista en salud mundial, Rosling describe, en un modo muy ameno y complementado con vivencias personales, cómo los especialistas en diversas disciplinas tienen visiones muy distorsionadas de la situación económica y social del mundo y expone en detalle los diez “instintos” (i.e. sesgos) que explican tales distorsiones y cómo ellos se pueden superar viendo el mundo a través de los datos.

Rosling aplicó una encuesta a varias audiencias de varios países —entre ellas, a los connotados asistentes al Foro Económico Mundial, periodistas, realizadores de documentales—, compuesta de preguntas con categorías de respuesta definidas, acerca del estado del mundo en desarrollo en muchas áreas, tales como el porcentaje de mujeres con educación, de población con acceso a la electricidad, de cobertura de necesidades básicas, de vacunación contra ciertas enfermedades, etc. En cada caso, los encuestados tenían imágenes muy negativas acerca del mundo en desarrollo, respondiendo que los porcentajes eran más bajos que los reales en cada caso. De hecho, sus respuestas eran peores que el azar y mientras más educada la audiencia, peor era la imagen acerca del estado de las cosas en el mundo, coherente con el resultado que encontramos en el estudio que hice junto a Bernardo en población adulta en Chile (lamentablemente, Rosling no aplicó la encuesta a especialistas en Chile).

El libro argumenta que estas percepciones erróneas son producto de diez instintos, entre los cuales quiero destacar cinco. Primero, existe una tendencia a clasificar a la población en dos categorías (i.e. “ricos” y “pobres”), que no ayuda a entender a la población como un todo, ya que ella tiende a concentrarse al medio. Segundo, las noticias tienden a tener un tono negativo, así que no son del todo útiles para comprender el mundo. Tercero, en discusiones, a menudo, se hacen proyecciones lineales acerca de un dato como si nada fuera a cambiar. Rosling recomienda evitarlo. Cuarto, a menudo los hechos se presentan sin una adecuada perspectiva histórica ni cuantitativa. La recomendación es analizar las cifras en perspectiva. Quinto, los cambios positivos a menudo ocurren lentamente y por eso, no llegan a los titulares de las noticias. El texto recomienda considerar este elemento para tener una adecuada descripción del mundo.

Cuando las cosas se analizan en perspectiva, con datos y en ausencia de clasificaciones y proyecciones reduccionistas, el progreso queda en evidencia. A partir de esto, surge la que, a mi juicio, es la idea más importante del libro: reconocer que hay cosas que están mal en el mundo, pero que muchas cosas están mejorando al mismo tiempo. Es decir, se puede estar mal y mejor a la vez, porque, como decía en el párrafo anterior, el progreso tiende a ser paulatino y no recoge titulares en los medios masivos, como sí lo hacen las cifras negativas. Esta distinción es crucial para los tomadores de decisiones, quienes pueden anhelar transformaciones a partir de las malas cifras todavía existentes, sin reconocer el progreso logrado por esas mismas políticas.

Finalmente, el libro recomienda una serie de prácticas para los niños, que creo serían útiles para todas las personas, más aún, para las élites a quienes les preocupa entender el Chile de hoy. Hay países en todos los niveles de salud e ingreso y la mayoría está en la mitad. Es importante conocer la situación socioeconómica del país donde uno vive y su relación respecto de los demás, así como conocer cómo el país llegó a la situación actual, para que la gente no tenga la creencia equivocada de ausencia de progreso y para entender mejor el estado actual y los desafíos de los otros países. También Rosling considera relevante aprender a consumir noticias con perspectiva para evitar reacciones negativas ante el estado de las cosas, que no ayudan a comprender mejor el mundo que nos rodea, como el estrés y la desesperanza. Dado que el mundo cambia, es sumamente importante adquirir nuevo conocimiento y estar al tanto de las cifras más recientes.

Así como los especialistas y la población general encuestada por Rosling, la élite chilena tiene una imagen negativa de cómo vive el resto de la población. Para acercar las élites a la población, parece necesario que ellas se informen a partir de los datos que caracterizan las vidas de las personas en Chile, un ejercicio que está en el corazón de lo que hacemos en LEAS, para así evitar que los instintos que menciona Rosling dominen su juicio e influyan sobre las políticas que nos afectan.