El filósofo político John Stuart Mill ya en 1859 decía que el intercambio de ideas con personas que piensan distinto es esencial para el buen funcionamiento de la democracia porque permite intercambiar errores por la verdad o bien puede generar una impresión más viva de la verdad producida por su colisión con el error. Esta idea debería haber estado presente en el proceso constituyente. De hecho, en un estudio que hicimos en LEAS inmediatamente después de las elecciones de convencionales (disponible en leas.uai.cl), las personas esperaban que distintas posiciones se encontraran en el seno de la convención por el bien de Chile. Sin embargo, esta responsabilidad no solo le compete a los constituyentes, sino también a los ciudadanos de cara al plebiscito.
En los tiempos de Mill, las ideas diferentes llegaban preferentemente a través de la conversación política. Hoy, las ideas pueden viajar también a través de medios de comunicación tradicionales y digitales. No obstante, el beneficio de la exposición a ideas diferentes podría no ocurrir si las personas solo consumen información congruente con sus creencias, habitando “cámaras de eco”. La investigación internacional muestra que, aunque las personas no están aisladas de las ideas divergentes, tienden a preferir información coherente con sus actitudes.
¿Hasta qué punto las personas en Chile consumen información congruente o no con sus preferencias en el plebiscito? Para contestar, usamos datos de una encuesta que hicimos en LEAS, en el marco del estudio “Estrategias de consumo informativo y confianza en medios tradicionales y redes sociales” financiado por ANID. La encuesta se aplicó a mil personas adultas, seleccionadas al azar, entre el 22 de abril y el 9 de mayo de 2022.
Mirando el consumo de información pro-apruebo y pro-rechazo reportado, quienes dicen que votarán Apruebo declaran una frecuencia promedio semanal de consumo pro-apruebo similar a la de quienes votarían Rechazo. Para la información pro-rechazo, sí se observan diferencias importantes: quienes votarían Rechazo declaran una frecuencia de consumo pro-rechazo significativamente más alta que el promedio reportado por quienes votarían Apruebo.
Estos patrones indican dos cosas. La primera es la existencia de trazos de exposición selectiva –en que los individuos eligen qué información consumir en base a la congruencia (real o percibida) de su propia ideología con la fuente de esa información–, sobre todo en el alto consumo de información pro-actitudinal entre los partidarios del Rechazo. ¿Preocupante? No tanto, porque la segunda cosa que encontramos es que al menos quienes ya decidieron su voto para septiembre no parecen habitar “cámaras de eco”. En efecto, reportan cierta medida de consumo contra-actitudinal de cara al plebiscito de salida. Esto, siguiendo a Mill, parece saludable porque evaluar las distintas posiciones en torno al texto constitucional permite fortalecer el debate sobre el Chile que queremos.