Ciudadanía

Polarización afectiva en Chile desde la dicotomía Apruebo/Rechazo

4/07/2022
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La polarización afectiva parte de la asociación de las personas de su preferencia electoral o ideología con su identidad. En esa perspectiva, las personas definen su pertenencia a un grupo integrado por personas que comparten tales preferencias, a partir de lo cual surgen “el valor y el significado emocional asociado a la pertenencia” (Tajfel y Turner, 1979: 63). En otras palabras, tendemos a ver a una persona con ideas afines como “una de nosotros”, como “parte de nuestro grupo”. En ciertos contextos, por ejemplo, durante una elección, hay identidades sociales que se destacan, estimulando el favoritismo hacia los miembros de un grupo que comparte las ideas propias y eventualmente, generando prejuicios negativos hacia los grupos que sostienen ideas diferentes de la propia. Es este fenómeno el que subyace al concepto polarización afectiva.

En concreto, el término polarización afectiva fue acuñado por Iyengar et al. (2012) en Estados Unidos y refiere a “la tendencia de las personas que se identifican como republicanas o demócratas a ver a los partidos opuestos negativamente y a los copartidarios positivamente” (Iyengar y Westwood, 2015: 691). En esa perspectiva, muchas de las preocupaciones que surgen respecto a la polarización afectiva se derivan explícitamente de la forma en que ésta afecta las interacciones entre los ciudadanos. Hay evidencia internacional que indica que alta polarización afectiva reduce las probabilidades de interacción con personas que sostienen puntos de vista opuestos y de consumir información sobre opiniones diferentes de la propia, y hace a las personas más propensas a discriminar a los opositores políticos en contextos no políticos, a la intolerancia política e incluso a la violencia (Abramowitz y Webster, 2016; Hetherington y Rudolph, 2015; Kalmoe y Mason, 2018; Martherus et al., 2019; McConnell et al., 2018; McCoy et al., 2018; Strickler, 2018; Tappin y McKay, 2019).

La polarización efectiva, definida por Iyengar et al. (2012) para Estados Unidos, se beneficia del carácter bipartidista en ese país, de modo que se crea una oposición dicotómica entre demócratas y republicanos que resuena en grandes sectores de la población (Iyengar et al., 2019). En esa perspectiva, es fácil caracterizar la polarización afectiva en el contexto estadounidense. Sin embargo, en sistemas multipartidistas el asunto es mucho más complejo, toda vez que las identidades políticas que surgen pueden ser más débiles (Bankert et al., 2017; Greene, 2004; Huddy et al., 2018), o propende a que las personas prefieran varios partidos (Garry 2007). El caso chileno es multipartidista y ha experimentado una fragmentación notable tras la reforma al sistema electoral y a la ley de partidos el año 2015, de modo que la definición de polarización afectiva no es trivial en nuestro contexto.

Sin embargo, el plebiscito de salida nos ofrece un interesante escenario para explorar la polarización afectiva. Primero, es posible argumentar el surgimiento de una identidad política en ciertos grupos de la población asociada a Aprobar y Rechazar, identidad que, por cierto, se ve amenazada en caso que el resultado del plebiscito no sea el de su preferencia. Segundo, se trata de dos opciones, lo que nos acerca al caso de Estados Unidos. Tercero, hay voto obligatorio, lo que, de alguna manera, fuerza a polarizar a la población en torno a estas dos opciones. Cuarto, nos encontramos ad portas de las campañas electorales por ambas opciones, lo que supone que ciertas identidades serán más notorias que otras, lo que, probablemente, estará condicionado por los medios de comunicación que las personas utilicen para informarse.

Para el análisis de la polarización afectiva, usaremos datos de la encuesta realizada en el marco del estudio “Estrategias de consumo informativo y confianza en medios tradicionales y redes sociales” llevado a cabo por LEAS y financiado por ANID (PLU210015). Esta encuesta se aplicó a mil personas adultas, seleccionadas al azar, entre el 22 de abril y el 9 de mayo de 2022. Esto nos permite medir el nivel de polarización afectiva inicial, antes del plebiscito y las campañas.

Para medir la polarización afectiva en el contexto chileno, entonces, les solicitamos a las personas encuestadas ubicar sus opiniones sobre los partidarios del Apruebo y del Rechazo en el plebiscito de salida en una escala de 0 a 10, en que 0 significa “muy negativa”, 5 significa “neutra” y 10 significa “muy positiva”. Esta medida es “horizontal”, en el sentido que corresponde a una evaluación de ciudadanos hacia partidarios en un sentido amplio, es decir tanto hacia otros ciudadanos como hacia las élites políticas. En esa perspectiva, tiene la virtud de que permite medir la eventual brecha que el plebiscito está abriendo en la ciudadanía. En esta entrada comenzamos caracterizando la evaluación hacia los partidarios de cada opción según la posición propia de la persona encuestada, presentando los puntajes promedio en cada caso. Luego, mostraremos la diferencia entre estos dos puntajes promedio–esto es, calcularemos la diferencia absoluta promedio entre la evaluación hacia partidarios del Apruebo y la evaluación hacia partidarios del Rechazo.

Comenzando por la visión que tienen los votantes del Apruebo, del Rechazo, y de los indecisos hacia los partidarios del Apruebo, vemos grandes diferencias en las evaluaciones promedio. Quienes votarán para aprobar la nueva constitución evalúan en promedio con un 6,2 a los partidarios de esa opción; en contraste, los indecisos los califican con un 4,1 y quienes votarán por el rechazo, con un 2,5. Todas estas diferencias entre grupos son estadísticamente significativas.

Siguiendo la misma lógica, pero en la otra dirección, vemos que los partidarios del Rechazo son evaluados de forma significativamente más positiva por quienes también optan por el Rechazo, con un promedio de 5,7, muy cerca de la neutralidad. El promedio para quienes están indecisos está a mitad de camino, y la evaluación de quienes votarán por el apruebo es significativamente más negativa, y más cerca del polo negativo. Cabe notar que esta última evaluación es similar a la que tienen los votantes del Rechazo hacia los partidarios del Apruebo, es decir hacia la posición contraria ambos grupos tienen posiciones cercanas al polo negativo de la escala.

En base a las evaluaciones cuyos promedios están graficados arriba, a continuación calculamos el índice de polarización afectiva, esto es, el promedio de las diferencias absolutas entre la evaluación “Muy Desfavorable” (mínimo = 0) y “Muy Favorable” (máximo = 10) realizada por los encuestados, hacia los partidarios del apruebo y partidarios del rechazo. El gráfico a continuación muestra los resultados de este ejercicio. En este gráfico, observamos que los votantes del Apruebo y del Rechazo exhiben niveles similares de polarización afectiva –promedios de 4,0 y 3,8 respectivamente– y significativamente más altos que la polarización afectiva entre los indecisos.

Aun antes del comienzo de las campañas por cada opción, estos datos nos muestran que existe una brecha entre quienes declaran que votarán por el Apruebo (29% de la muestra total) y quienes van por el Rechazo (37,2%): en general, ambos tienen visiones más negativas de los partidarios de la opción contraria. El 33,8% que está indeciso, por otra parte, tiene un índice de polarización significativamente más bajo, lo cual concuerda con la idea de que son las personas que tienen una posición marcada, potencialmente asociada a una identidad, quienes van a exhibir polarización afectiva en la medida que opinan positivamente de los partidarios de su opción, y negativamente hacia los partidarios de la posición contraria. En una próxima entrada, analizaremos si los índices de polarización se asocian además con el consumo informativo sobre las dos opciones del plebiscito de septiembre.

Ricardo González T.
Valentina Salvatierra D.