Los ecos de octubre de 2019 resuenan en el Chile de hoy en día. Han transcurrido cuatro años desde que Chile se vio sacudido por un acontecimiento que resonaría en su futuro político. Lo que comenzó como protestas estudiantiles en rechazo a un alza en las tarifas del metro se transformó en un clamor nacional por el cambio. En el umbral de un segundo referéndum constitucional, se vuelve crucial reflexionar sobre los sentimientos y demandas de hace años.
Este momento crucial de la historia chilena se encuentra bajo un microscopio en un artículo elaborado por Loreto Cox de la PUC, Ricardo González y Carmen Le Foulon, ambos de la UAI, recientemente publicado en el Journal of Latin American Politics. En lo que sigue, exploraremos las conclusiones de dicho artículo, basado en datos recopilados mientras la agitación social continuaba su curso en las calles de las principales ciudades de Chile.
El 18 de octubre de 2019, Santiago de Chile fue testigo del comienzo de un movimiento con una masividad sin precedentes en Chile. Los estudiantes, inicialmente protestando por el aumento de la tarifa del metro, pronto fueron acompañados por ciudadanos de a pie. Las calles se llenaron tanto de cánticos, canciones y demandas de una sociedad más justa como de violencia. Los enfrentamientos entre ciudadanos, el ejército y la policía se volvieron comunes.
Si bien el aumento de la tarifa del metro fue el detonante inmediato, las raíces de la agitación eran profundas. Chile, a pesar de su crecimiento económico, lidiaba con desigualdades marcadas. Pese a que la desigualdad de ingresos estaba descendiendo lentamente durante la última década, las desigualdades en la vida cotidiana, la percepción de exclusión social y la mala representación política, creó un descontento latente.
La respuesta del gobierno a las protestas empeoró la situación. Surgieron acusaciones de brutalidad policial y violaciones de derechos humanos, con organizaciones internacionales expresando preocupación por la gestión de la crisis. La narrativa cambió de las quejas económicas a un llamado más amplio por los derechos humanos, la dignidad y la reforma política. Así, la intensidad de las protestas y la demanda generalizada de un cambio sistémico culminaron en un acuerdo político para reemplazar la constitución.
El artículo elaborado por Cox, González y Le Foulon perfila cinco grupos en nuestra sociedad, basados en su participación y apoyo durante la agitación social chilena de 2019. Estos grupos son:
– Los manifestantes, tanto fuertes como débiles, y los partidarios no provenían predominantemente de clases económicas más bajas.
– El grupo de «indecisos» tenía una representación más alta de la clase baja en comparación con los manifestantes fuertes.
– La edad desempeñó un papel importante: el 62% de los manifestantes fuertes tenía menos de 35 años, mientras que solo el 7% tenía más de 55 años. Los opositores eran en su mayoría mayores, con un 47% de personas mayores.
– La educación fue otro factor diferenciador. Los manifestantes fuertes tenían más educación, con un 40% que tenía al menos un año de educación superior. En contraste, otros grupos tenían un mayor porcentaje de personas sin completar la educación secundaria.
– Los manifestantes fuertes se identificaban predominantemente con la izquierda, con una identificación mínima con la derecha. En contraste, los opositores se identificaban más con la derecha, con un 15%.
– La aprobación del gobierno del entonces presidente Sebastián Piñera era baja en todos los grupos. Los manifestantes fuertes eran los menos propensos a aprobar, mientras que los opositores tendían a ser más favorables.
– Los manifestantes fuertes eran más políticamente activos, mostraban un mayor interés en la política y habían participado previamente en manifestaciones o huelgas. También eran más propensos a votar en elecciones, lo que indica que su participación en las protestas no reemplazaba su participación electoral.
En resumen, los manifestantes fuertes se distinguían de otros grupos por sus inclinaciones políticas de izquierda, su oposición al incumbente, su activismo político, su juventud y su mayor nivel educativo.
En el contexto de la agitación chilena, la desigualdad fue un tema central de discusión. El estudio reveló que el 55% de los encuestados identificaron la desigualdad como la razón principal detrás de las protestas, seguida de preocupaciones como las bajas pensiones, el alto costo de vida y la deficiente salud y educación pública. Al desglosar:
Aproximadamente el 58% de los manifestantes fuertes y débiles, así como el 60% de los partidarios, vieron la desigualdad como la razón principal de la agitación. Esto contrastó con el 50% de los indecisos y el 49% de los opositores.
A pesar de sus inclinaciones de izquierda, los manifestantes fuertes no diferían significativamente de los opositores en cuanto a la igualdad de ingresos y el papel del gobierno. Todos los grupos generalmente estuvieron de acuerdo en cuánto deberían ganar las personas en ciertos trabajos. Sin embargo, los manifestantes fuertes creían que los presidentes de grandes compañías ganaban mucho más de lo que los opositores consideraban apropiado, lo que resalta una discrepancia entre la percepción de una compensación justa y la realidad.
Los manifestantes fuertes mostraron un mayor escepticismo sobre la meritocracia. Eran menos propensos a creer que el éxito se debía a la iniciativa individual y más propensos a atribuirlo a conexiones. También creían que la desigualdad persistía porque beneficiaba a los ricos y poderosos.
Los manifestantes fuertes tenían menos confianza en las empresas privadas y creían que los ciudadanos más ricos tenían más influencia en las políticas públicas. Sin embargo, sus opiniones sobre los niveles deseados de igualdad y el papel del gobierno en el apoyo financiero no diferían fundamentalmente de otros grupos.
En resumen, mientras que los manifestantes fuertes mostraban un mayor escepticismo sobre las fuentes de la riqueza y la desigualdad, sus preocupaciones sobre la desigualdad de ingresos estaban más relacionadas con sus orígenes que con la desigualdad en sí.
El estudio también revela diferencias significativas entre los grupos en cuanto a actitudes autoritarias, preferencias por el orden público, la democracia y la confianza en las instituciones:
Los manifestantes y partidarios generalmente mostraban niveles más bajos de autoritarismo. Los manifestantes fuertes tenían las tendencias autoritarias más bajas, con un promedio de 2.4 en una escala de 5 puntos, mientras que los opositores mostraban el nivel más alto de autoritarismo, con una puntuación de 3.6.
Los manifestantes fuertes priorizaban las libertades públicas y privadas sobre el orden público más que cualquier otro grupo. Un 41% de ellos se inclinaba hacia la preservación de las libertades, mientras que un rotundo 62% de los opositores favorecía firmemente el orden público.
Los manifestantes fuertes mostraban la mayor preferencia por la democracia, con un 88%, seguidos de los manifestantes débiles (67%) y los partidarios (69%). Sin embargo, los manifestantes fuertes también manifestaban la crítica más pronunciada al desempeño democrático de Chile, con un 63% considerando que funcionaba mal. En contraste, los opositores y los indecisos eran menos críticos con la democracia chilena.
Tanto los manifestantes fuertes como los débiles mostraban los niveles más bajos de confianza en el gobierno. Los partidarios mostraban ligeramente más confianza en las instituciones que los manifestantes fuertes. Sin embargo, los niveles de confianza en el Congreso o los partidos políticos seguían siendo extremadamente bajos en todos los grupos, con los opositores mostrando ligeramente más confianza en el gobierno, aunque sólo un 11%.
En resumen, mientras que los manifestantes fuertes mostraban una fuerte afinidad por la democracia y las libertades individuales, al mismo tiempo albergaban la crítica más severa del funcionamiento democrático de Chile y mostraban niveles elevados de desconfianza en las instituciones gubernamentales.
La agitación social chilena de 2019 es un testimonio del poder de las voces colectivas y del espíritu inquebrantable de una nación en busca de cambios. Los datos de este estudio arrojan una luz sobre los sentimientos, convicciones y aspiraciones de los manifestantes, ofreciendo profundas perspectivas sobre las complejas dinámicas del movimiento social cuando la agitación estaba ocurriendo.
El 17 de diciembre de 2023 no es simplemente una fecha en el calendario; es un faro de esperanza para muchos chilenos. Al encontrarse en esta encrucijada, el pueblo de Chile debe estar bien informado, profundamente comprometido y ser participantes activos en la construcción de su destino. Lamentablemente, ello se observó tímidamente en el primer proceso constitucional y no se ha observado en el proceso actual, aunque todavía hay tiempo para informarse e involucrarse.
El próximo referéndum representa una oportunidad para corregir errores pasados y sentar las bases de un Chile más inclusivo, justo y representativo. Esperamos que, a medida que Chile navega su presente y traza su futuro, las lecciones del pasado sirvan como guía constante hacia un mañana más brillante.