La primera vuelta presidencial dejó una incógnita central para la segunda: qué harán los más de 2,5 millones de electores que apoyaron a Franco Parisi, equivalentes a casi uno de cada cinco votos a nivel nacional. Si bien es relativamente claro dónde se concentran territorialmente —con una fuerte presencia en el norte del país—, el perfil político y actitudinal de este electorado ha sido menos evidente en el debate público.
Un estudio reciente del Comparative National Elections Project (CNEP) 2025, aplicado en Chile por el Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS) de la Universidad Adolfo Ibáñez, permite arrojar luz sobre esta pregunta clave: ¿con cuál de los dos candidatos que pasan al balotaje se parece más el votante de Parisi?
El análisis se basa en una encuesta aplicada entre el 15 de octubre y el 5 de noviembre, antes de la primera vuelta, a una muestra de 1.504 personas adultas, ponderada por sexo, edad, región y nivel educacional. A los encuestados se les preguntó por la probabilidad de votar por cada candidatura en una escala de 0 a 10. Se consideraron como “votantes probables” a quienes declararon una probabilidad de 6 o más, y luego se comparó ese grupo con el resto de la muestra para identificar diferencias estadísticamente significativas.
Los resultados muestran un patrón claro: en varias dimensiones relevantes, los votantes probables de Parisi se parecen más a los de José Antonio Kast que a los de Jeannette Jara, especialmente en aspectos actitudinales y de valores, más que en características sociodemográficas tradicionales.
Uno de los contrastes más evidentes aparece en el ámbito religioso. Entre los votantes probables de Parisi, un 25% se declara evangélico, una cifra muy similar a la observada entre los votantes de Kast (23,6%) y muy superior a la de Jara (13,2%). Algo similar ocurre con el catolicismo y, en sentido inverso, con quienes declaran no tener religión, grupo mucho más numeroso entre los votantes de Jara.
Las similitudes se profundizan cuando se analizan actitudes hacia la democracia y el liderazgo político. Ante la afirmación de que “un líder fuerte” es un elemento importante para que una sociedad sea democrática, más de la mitad de los votantes probables de Parisi (52,5%) estuvo de acuerdo, prácticamente en línea con Kast (54,9%) y lejos de Jara (39%).
Algo similar ocurre frente a la pregunta sobre si, en algunas circunstancias, un régimen autoritario podría ser preferible a la democracia. Un 24,7% de los votantes probables de Parisi estuvo de acuerdo con esa afirmación, nuevamente más cerca de Kast (31,2%) que de Jara (5,1%).
Este patrón sugiere que el electorado de Parisi no se caracteriza por una adhesión robusta a la democracia como único régimen legítimo, sino por una combinación de descontento con su funcionamiento, baja sofisticación política y apertura a soluciones autoritarias en contextos específicos.
En términos ideológicos, los votantes probables de Parisi tienden a ubicarse más hacia la derecha que hacia la izquierda, aunque una proporción importante se identifica con el centro político. Este rasgo los vuelve nuevamente más cercanos a Kast que a Jara, aunque sin calzar plenamente con ninguno de los dos electorados.
También se observan similitudes con Kast en variables como nivel educacional —con mayor presencia de personas de menor educación formal— y género, donde los hombres están sobrerrepresentados. En contraste, el electorado de Jara aparece como más educado, menos religioso, claramente de izquierda y con una adhesión más consistente a valores prodemocráticos.
La principal coincidencia entre los votantes probables de Parisi y los de Jara se encuentra en el segmento etario más joven. En ambos casos, alrededor del 40% pertenece al grupo de 18 a 34 años, una proporción significativamente mayor que la observada entre los votantes probables de Kast.
Estos resultados sugieren que, aunque el electorado de Parisi no es homogéneo ni completamente alineable con una sola candidatura, existe una afinidad estructural mayor con el electorado de Kast, especialmente en valores culturales, religiosos y en su relación con la democracia y el orden político.
Para las campañas, esto implica que la disputa por estos votos no se juega solo en propuestas programáticas, sino también en marcos interpretativos más amplios: cómo se entiende la democracia, el liderazgo, la autoridad y el malestar con el sistema político. En un escenario de voto obligatorio y alta desconfianza institucional, comprender estos perfiles resulta clave para anticipar el desenlace del balotaje.