¿El consumo de medios está asociado a los cuestionamientos a la democracia en Chile?
Un análisis previo muestra que la alta adhesión a la democracia como forma de gobierno, respecto de alternativas autocráticas, coexiste con una muy mala evaluación de cómo ella funciona en Chile. En efecto, a pocos días del plebiscito por la nueva constitución realizado el 25 de octubre de 2020, 64 por ciento de los encuestados por LEAS -mediante su Monitor de Cambio Social– estaba de acuerdo con la afirmación «la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno», respecto a opciones más autoritarias («en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático») o la indiferencia («a la gente como uno, le da lo mismo un régimen democrático que uno autoritario»). Al mismo tiempo, apenas 6 por ciento de los encuestados evaluaba la democracia positivamente.
Esta aparente contradicción puede explicarse a la luz de la teoría del déficit democrático propuesta por Pippa Norris, profesora de la Universidad de Harvard1. Ella sostiene que, el déficit democrático definido como la brecha existente entre la aspiración por la democracia ―valoración de la democracia como ideal y rechazo a formas de gobierno autoritarias―, y la satisfacción con el funcionamiento de ella ―desempeño de la democracia―, se explica en parte por las mejoras materiales, educativas y sanitarias que desencadenan un proceso de empoderamiento de las personas, elevando las expectativas sobre cómo la democracia debería funcionar. También se explica por la relativa incapacidad de las instituciones vigentes de cumplir con tales expectativas, y por el tono negativo de la cobertura de los medios de comunicación masiva sobre temas públicos.
Un análisis de regresión lineal, usando los datos recogidos por el Monitor de Cambio Social poco antes de la votación (25 de octubre de 2020), muestra que informarse del plebiscito con más frecuencia por redes sociales está asociado a una adhesión más alta al ideal democrático y a una evaluación más negativa del funcionamiento de la democracia, controlando por sexo, grupo etario, niveles educacionales, región, posición política y consumo de televisión. En tanto, informarse sobre el plebiscito con más frecuencia por televisión no está asociado a la valoración relativa de la democracia ni a las evaluaciones del funcionamiento de la democracia al 95 por ciento de confianza, y usando los mismos controles.
De este modo, el análisis parece confirmar la evidencia que Norris presentaba en su libro en 2011 para un amplio conjunto de países: el uso de Internet para informarse, está asociado a mayores aspiraciones democráticas y a peores evaluaciones de su funcionamiento, lo que a su vez está relacionado con un déficit democrático mayor. Un análisis del «tono» de la información compartida en redes durante la última semana antes del plebiscito, puede entregar luces adicionales sobre la existencia de este fenómeno en Chile.