El apoyo a los plebiscitos es la otra cara de la moneda del escepticismo hacia el actuar de los partidos tradicionales, que ya vimos en una entrada anterior. El Gráfico 1 muestra que las personas con baja eficacia externa tienden a estar más de acuerdo con la frase “Los plebiscitos son una buena forma de decidir asuntos políticos importantes”, lo que puede significar que este grupo tiene menos fe en la institucionalidad política tradicional y a raíz de esa desafección apoyan formas más directas de participación, como son los plebiscitos. En esta entrada, profundizaremos en los significados cualitativos de esta falta de eficacia política, en particular cómo se relacionan con las expectativas en torno a la Convención Constituyente.
Consistente con la desafección y el rechazo a la institucionalidad política tradicional que hemos descrito hasta ahora, la Convención emerge en el estudio cualitativo como un nuevo y renovado campo de acción política, tal vez especialmente atrayente dada la desilusión con los partidos tradicionales. Las expectativas que han surgido en torno a la Convención se vinculan en parte con la toma de decisiones políticas y el efecto que la participación en esta toma de decisiones puede tener sobre la legitimidad del sistema. Esto ocurre en el contexto del reconocimiento de estar frente a una posibilidad excepcional de apertura al diálogo como condición para el surgimiento de “acuerdos cuerdos”, como señaló uno de los participantes en las conversaciones. De todas formas, cabe constatar que esta narrativa de esperanza está presente sobre todo en los segmentos altos, mientras que en el grupo socioeconómico medio-bajo el foco está en el mayor deseo de equidad y derechos sociales ya descrito en una entrada anterior.
“Hay mucha gente que [dice] 'que se consagre este derecho y este también', y oye pero si los derechos están consagrados, hay que ver el mecanismo para hacerlos efectivos y que se aseguren más que nada”, (mujer, 31 años, GSE medio-alto, RM).
“Mi esperanza es que la gente se siente a conversar. Esperaría que todo lo que se hizo, todo lo que se dijo y todo lo que salió a las calles sea en beneficio de conversar y llegar a acuerdos que sean cuerdos, acuerdos-cuerdos del bien común”, (hombre, 48 años, GSE medio-alto, RM).
Por contraparte, un temor importante vinculado al desarrollo del proceso de discusión constitucional se afinca en que las divisiones y polarizaciones que se identifican en las élites políticas tradicionales (recordemos nuevamente la casi nula confianza en los partidos que discutimos en una entrada previa) se reproduzcan en la Convención. Tales divisiones ideológicas se articulan como el fundamento de la incapacidad de generar procesos inclusivos y receptivos, que permitan el surgimiento de un sentido de unidad nacional. En este sentido, la apelación hacia el reconocimiento del otro más allá de sus posiciones ideológicas y la existencia de un horizonte común (“sacar a Chile adelante”) son también presentadas como un antídoto ante el riesgo de polarización identificado en las élites políticas.
“Estamos como divididos y creo que, para mí, la mayor esperanza es que todo este proceso constituyente termine de la mejor manera y que pueda existir en Chile una mayor unidad en las personas, porque esta división de opiniones, esta división de necesidades, está causando que nos estanquemos de alguna manera”, (hombre, 24 años, GSE medio-alto, RM).
“Porque es verdad, la gente igual se va como muy al extremo, si no es muy de derecha o muy comunista o muy de izquierda. Tiene como que haber gente más centrada en sí y que realmente hayan debates y no como estos dos extremos, que un lado o si no el otro y no puede haber así algo como un cambio bueno para todos, o sea que no se vaya a los extremos”, (mujer, 19 años, GSE medio-bajo, RM).
“Las cuestiones o son de izquierda o son de derecha, y los de izquierda no pueden pensar nada de los de derecha, y los de derecha no pueden pensar nada de los de izquierda, porque sino eres facho, sino eres comunista, porque sino eres no sé qué. Yo creo que es bastante importante eso, que la gente pueda decir 'sabes que voy a tomar esto de acá, voy a tomar esto de acá y vamos a hacer un consenso, y vamos a ver cómo entre los dos podemos hacer algo mejor' y, si logra pasar eso, yo creo que las cosas van a salir bien”, (hombre, 26 años, GSE medio-alto, RM).
“Me encantaría que se pudiera llegar a un acuerdo de sacar al país adelante, que no sea de izquierda ni de derecha, sino todos juntos por un Chile. ‘Saquemos a Chile adelante’, nada más de política, por eso me gustan mucho los independientes. Tenemos que sacar el país adelante y olvidarse de la política tradicional para ambos lados, eso es lo importante”, (mujer, 65 años, GSE medio-alto, RM).
A partir de lo conversado, el horizonte de expectativas y temores en la arena política se encuentra determinado por el desarrollo de la discusión constitucional. La discusión constitucional es vista como un medio para resolver ciertos problemas clave (pensiones, salud, educación) y abordar la falta de unidad nacional, exacerbada por la polarización ideológica de la élite política. Por cierto, la Convención Constitucional no aparece como una “bala de plata” frente a los problemas de la sociedad chilena, pero sí se configura como un espacio en el que personas diversas y distintas a las que forman parte del escenario político convencional puedan articular acuerdos significativos. En un contexto de desilusión y desconfianza hacia las estructuras políticas tradicionales (como veíamos en los resultados cuantitativos) estos resultados cualitativos ayudan a comprender el triunfo de figuras independientes en las elecciones para conformar la Convención, como también la desilusión que se podría producir si es que estas figuras no están a la altura de esas expectativas.