En una entrada anterior, introdujimos el concepto de valores emancipadores y distintas formas de estudiarlos. En esta entrada, profundizamos en el componente de elección (Welzel le llama Choice): se trata de apoyar la libertad de los individuos en sus elecciones en cuanto a divorcio, aborto y homosexualidad.1 En su conjunto, estos indicadores señalan cuánto se valora la autonomía personal. Otra forma de comprender este valor sería el grado de tolerancia hacia ciertos comportamientos individuales que históricamente se han considerado “desviados” de la norma social. En ambos casos, se puede interpretar un puntaje más alto como indicador de una mayor apertura a la diversidad y respeto por las elecciones de otros.
Siguiendo a Welzel, medimos cuán fuertemente las personas valoran la libertad personal en estas elecciones usando tres preguntas que indican cuán justificables son para las personas encuestadas (a) el divorcio, (b) el aborto y (c) la homosexualidad. La combinación de las tres preguntas nos permite aproximarnos a cuánto se valora la autonomía personal en esta dimensión, donde un valor más alto indica mayor tolerancia y apoyo a la libre elección.2
En el documento adjunto, se muestran los resultados a nivel de todos los países de una serie de modelos que explican la variación en este valor a nivel individual. Acá resumimos las asociaciones más interesantes. Una de las implicancias de la teoría de Welzel es que las personas con más recursos (entendidos ampliamente como medios para desplegar sus proyectos de vida) adhieren a las orientaciones emancipadoras con más fuerza que aquellos con menos recursos. Por lo tanto, no es de sorprender que las personas que viven en mejores condiciones materiales, más educadas y conectadas –atributos que predominan en entornos urbanos– que pertenecen a generaciones más recientes y que ejercen profesiones que requieren alto conocimiento específico sean las personas que más adhieren a los valores emancipadores. Esto es, efectivamente, lo que se observa en los indicadores sociodemográficos estudiados aquí. La variable más fuertemente asociada con un mayor valor de la autonomía personal es el nivel educativo: quienes acceden a educación terciaria son significativamente más tolerantes que quienes no. También se aprecian asociaciones positivas, aunque de menor magnitud, en el caso de género (las mujeres son más tolerantes), la edad (los menores de 30 son más tolerantes) y el cuartil de ingreso (las personas de mayor ingreso son más tolerantes). En contraste, estar casado o convivir está asociado a una menor tolerancia del divorcio, el aborto, y la homosexualidad.
En cuanto a los shocks de salud y económicos que nos interesan particularmente en este contexto post-pandemia, se observa una asociación significativa de haber tenido personas cercanas con síntomas del virus con la justificación de estos comportamientos (ver Gráfico 1). La asociación es mayor, siendo más del doble en magnitud, entre los menores de 30 años cuyos cercanos tuvieron síntomas leves o graves de COVID-19. La magnitud de la asociación para los mayores de 30 es similar a la de pertenecer al segundo cuartil de ingresos, mientras que para los menores es como la de pertenecer al tercer cuartil (en ambos casos, con el primer cuartil, los de más bajos ingresos, como categoría de referencia). En el caso de este valor de autonomía personal, entonces, parecemos estar frente a un caso de disposiciones más fijas sobre los 30. En tanto, entre los menores de 30, el haber tenido a un cercano que enfermó de COVID-19 podría estar aumentando su tolerancia y el valor por las elecciones personales de otros en la sociedad.
Además de los shocks de salud, indagamos en los efectos de haber enfrentado dificultades económicas sobre el valor de la autonomía personal, a nivel global. El único coeficiente de interés que resulta significativo (a un 95% de confianza) es aquel asociado a los menores de 30 que tuvieron que cerrar su negocio a causa de la pandemia. Haber tenido que cerrar el negocio, entre los menores de 30 años, está asociado a una menor valoración de la autonomía personal. Aquí, la asociación tiene una magnitud mayor que ser menor de 30 (lo cual es llamativo si recordamos que la edad es uno de los factores clave en la presencia de valores emancipadores), aunque menor que el efecto negativo del estado civil (casado o conviviendo) sobre el mismo valor. Esta asociación entre enfrentar dicha dificultad económica y reportar menor tolerancia hacia estas conductas se observa solo en los menores de 30, por lo que acá estaríamos nuevamente frente a un caso de disposiciones fijas entre los mayores de 30, con cambios hacia una menor tolerancia sólo entre quienes aún están en proceso de socialización. Además, este valor parece ser bastante resistente a los otros dos shocks económicos considerados, independiente de la edad de los encuestados –esto queda claro al observar el Gráfico 2, que ilustra los efectos por grupos de edad.
Además de los datos agregados para los 17 países, es relevante destacar lo que pasa en Chile. En el caso de las variables sociodemográficas, observamos a grandes rasgos lo mismo que para la muestra internacional, aunque con algunas diferencias en las magnitudes que cabe notar. Pertenecer al cuartil más alto de ingresos es, por lejos, la variable que más se asocia con una mayor valoración de la autonomía personal. El efecto de ser menor de 30 años sobre la prevalencia de este valor emancipador también se da para Chile, y con mayor intensidad que en la muestra total. En cambio, la magnitud de las asociaciones con estado civil y educación son menores que para la muestra internacional; solo quienes tienen educación terciaria son significativamente más tolerantes que quienes tienen educación primaria (categoría de referencia). Pese a estas diferencias, las asociaciones para Chile concuerdan con lo que predice la teoría de Welzel: a mayor presencia de capacidades como educación, dinero, y haber nacido en democracia, las personas asignan un mayor valor a las libertades personales.
En el caso de los shocks de salud y económicos, el Gráfico 3 muestra que en Chile solo entre los menores de treinta años la experiencia de haber tenido síntomas de COVID-19 se asocia con una diferencia en el grado de tolerancia, al controlar por los sociodemográficos ya descritos. Quienes tienen menos de 30 y tuvieron síntomas de la enfermedad tienen significativamente menos tolerancia que personas que no tuvieron síntomas, una relación ausente en la muestra global.
En el caso del shock de salud personal, estamos frente a un caso de disposiciones fijas para los mayores de 30 años –cuyos valores ya están asentados– pero en el caso de los menores de 30 observamos un retroceso en el valor de la autonomía personal asociado a haber enfermado de COVID-19. Sin duda, será necesario indagar en perspectiva longitudinal y en mayor detalle para explorar la robustez y los mecanismos que podrían estar detrás de esta asociación en el caso chileno. Para los otros shocks estudiados, no encontramos asociaciones significativas en las que valga la pena detenerse aquí. Estos resultados favorecen un enfoque de disposiciones fijas bajo el cual la tolerancia hacia estas conductas en Chile estaría fijada en los años formativos y no cambiaría frente a influencias externas en la adultez (posterior a los 30 años), incluso si son tan extremas como ha sido la pandemia del COVID-19. En la próxima entrada, veremos qué asociaciones se observan en el igualitarismo de género.