Por estas fechas, se despliegan vistosas decoraciones navideñas en recintos comerciales y viviendas particulares, pero muchos de estos símbolos (el viejo pascuero, los ciervos iluminados, o los pinos decorados) tienen poco y nada que ver con el origen religioso de la festividad. Podríamos decir, desde la mirada del sociólogo de la religión Peter Berger, que las fiestas se han secularizado: presenciamos un “proceso por el cual algunos sectores de la sociedad y de la cultura son sustraídos de la dominación de las instituciones y los símbolos religiosos” (154), apuntando a una pérdida de importancia de la religión.1 Sin embargo, observamos también una creencia en Dios bastante extendida en la población, incluso entre los desafiliados religiosos (aquellos que ante la pregunta acerca de la religión que profesan responden “ninguna”), quienes en su mayoría no solo creen en Dios, sino también en la vida después de la muerte y en los milagros religiosos.2
En este contexto, queremos detenernos en la importancia que tiene la religión en las vidas de los chilenos, usando datos de la Encuesta Mundial de Valores para trazar una tendencia en el tiempo además de datos del proyecto “Valores en Crisis”, que abordó el tema en Chile en el primer semestre de 2021. En esta entrada, usamos estos datos para caracterizar la evolución de esta importancia en el tiempo y cómo se compara Chile con otros países. En las próximas entradas, profundizaremos en cómo se relaciona la religiosidad con factores sociodemográficos, y cómo se podría haber visto afectada la religiosidad en la época de pandemia.
El Gráfico 1 a continuación muestra la evolución de las respuestas a la pregunta ”¿Qué tan importante es la religión en su vida?” entre 1990 y 2021. En 1990, casi 8 de cada 10 chilenos consideraban que la religión era muy o bastante importante. Hay algunas fluctuaciones en las siguientes décadas, pero ya desde el 2006 en adelante, se observa una tendencia declinante de la importancia de la religión en la vida de las personas. Entre 2012 y 2006, el porcentaje de personas que le asignaba mucha o bastante importancia pasó de 73 a 59%. En 2018 solamente 55% le atribuía importancia, y en 2021, tenemos que 49% de los encuestados considera que es muy o bastante importante, mientras que el porcentaje que la considera “nada importante” pasó de 8% en 1990 a 19% en 2021, es decir casi 1 de cada 5 chilenos considera que la religión no es para nada importante en su vida.
Cada país tiene una historia y tradiciones religiosas particulares, pero de todas formas es posible establecer algunas hipótesis generales y analizar el caso chileno en perspectiva comparada. Por ejemplo, la teoría del empoderamiento humano de Christian Welzel3 señala que cuando la sociedad progresa material y socialmente se produce en las personas una creciente disociación de la autoridad externa y un aumento del impulso a controlar la propia vida (más detalles en esta entrada). En otras palabras, avanzan los valores emancipadores que desmitifican las fuentes cuasi-divinas de autoridad, incluida la autoridad de la religión. Esto podría llevarnos a esperar que en países de mayor desarrollo económico y social, la religión revista menor importancia en las vidas de las personas en general.
Como muestra el Gráfico 2, dentro de los países participantes del proyecto “Valores en Crisis”, en los países más ricos que Chile en la muestra –Corea del Sur, Italia, Hong Kong, Austria, el Reino Unido, Alemania, Japón y Suecia– se observan porcentajes más bajos de personas que le asignan importancia a la religión que nuestro país. En contraste, el 49% que le asigna importancia a la religión en Chile es más bajo que los altísimas proporciones observadas en otros países de la región (Brasil: 84%; Colombia: 75%) y por cierto, más altas que países más atrasados que el nuestro en términos de desarrollo económico, como son las Maldivas, Georgia y Kazajistán.
Cabe destacar que, desde un punto de vista teórico, la caída de la importancia de la religión en la vida de las personas no es necesariamente un signo de mayor secularización. Bien podría ser que, aunque no le asignen importancia explícitamente, las personas sigan creyendo en Dios o perteneciendo a alguna denominación religiosa. En la literatura sociológica, otras formas comunes de medir el grado de secularización en una población son a través de las auto-comprensiones, las creencias, y las conductas.4 En la próxima entrada, nos centraremos en la primera de estas dimensiones.