Como ya veíamos en una entrada anterior, los resultados cualitativos del estudio “Flujos de curatoría informativa en adolescentes”, realizado por académicos de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la UAI y financiado por ANID (PLU190014), sugieren que los adolescentes tienen bastante conciencia de la prevalencia de desinformación. De la misma forma, la encuesta realizada en el marco de este estudio preguntó sobre la percepción de prevalencia de noticias e información que les parecía “completamente falsa” sobre el covid, y un 71% de los encuestados contestó que les habían visto “mucho” (35%) o “algo” (36%) de información completamente falsa. Solo un 5% dijo no haber visto nada de información falsa.
Al preguntar sobre las noticias específicas sobre el coronavirus que circulaban en la época del trabajo de campo, vemos que efectivamente muchos adolescentes supieron de estas historias (todas ellas efectivamente falsas), desde un 74% que oyó que el coronavirus fue creado en un laboratorio, a un 36% que oyó que el ibuprofeno agravaba los síntomas del coronavirus. En todos los casos, el porcentaje que reportó haber compartido la historia falsa fue bajo: nunca excede el 8% de los encuestados. Tal como sugerían los resultados del trabajo cualitativo, hay alta conciencia de las noticias falsas y, al menos según estos auto-reportes, solo una minoría participa en su difusión.
Una forma común en que los adolescentes confirman la veracidad de la noticia, de acuerdo a los grupos focales, es a través de la triangulación, consultando en más de una fuente por la misma noticia. Una cita de los grupos focales resume la actitud constructivista hacia la verdad que subyace a esta conducta:
Lo más confiable es buscar en diferentes páginas y lo que más se repite es la información que se podría considerar como verdad” (Hombre, V región, colegio municipal).
La contraparte de este escepticismo, a primera vista saludable, es que los resultados que los adolescentes obtienen al investigar distintas fuentes (entre las que se menciona muchas veces Google, además de portales de noticias online y distintas redes sociales) van a estar condicionados por los algoritmos que estas plataformas emplean para seleccionar y mostrar contenido. Si antes los principales curadores de información eran los medios de comunicación tradicionales y sus periodistas, hoy en día compiten con las empresas de redes sociales. Lo interesante es que la mayoría de los adolescentes no se muestran preocupados por ninguna de estas dos formas de selección informativa: el mismo porcentaje, bastante bajo (13%), está muy en desacuerdo o en desacuerdo con que la selección de noticias sea realizada por estos distintos actores. Más bien, en ambos casos predomina la indiferencia: 37% no está ni de acuerdo ni en desacuerdo con que las redes sociales empleen algoritmos para seleccionar las noticias, mismo porcentaje que se manifiesta de acuerdo con esa práctica. En el caso de periodistas y medios, siguiendo criterios profesionales, el acuerdo es levemente más alto (44%) mientras que la opción intermedia es seleccionada por uno de cada tres (32%) adolescentes.
La consecuencia de estos procesos algorítmicos es que las redes sociales mejoran su capacidad de personalizar el contenido que le muestran a sus usuarios, incluyendo las noticias, pero también otro tipo de contenido, ya sea publicitario o político. Lo interesante es que en el tema político es donde se produce mayor rechazo hacia los procesos de avisaje y curatoría que hacen las redes sociales, a través de los algoritmos, como muestra el gráfico a continuación.
Frente a la posibilidad de que las plataformas de redes sociales usen sus datos para distintos fines, los adolescentes chilenos son especialmente críticos en el caso del uso de datos para mostrarles mensajes de campañas políticas. En los otros casos, domina la opción intermedia. Un 52% de los encuestados considera nada aceptable que las redes sociales usen sus datos para mostrarles mensajes políticos, en contraste con menores proporciones que consideran nada aceptable el uso de sus datos para recomendar amistades (33%), anunciar productos o servicios (29%) o recomendar eventos (24%). Este rechazo además es congruente con el bajo interés en la política como tema que vimos en una entrada anterior. Si bien los adolescentes en general aceptan la curatoría mediante algoritmos de las noticias que reciben, a nivel comparable con la curatoría hecha por los medios tradicionales, la mayoría rechaza que esas mismas plataformas les entreguen mensajes de campañas políticas usando sus datos.
En estos datos, vemos que los adolescentes adoptan una actitud escéptica hacia las noticias, visto en su percepción de prevalencia de las noticias falsas, y también hacia las plataformas de redes sociales, sobre todo en lo que respecta al uso de datos personales con fines políticos. Estas actitudes podrían estar contribuyendo a una mayor desconfianza en este segmento –tema que abordaremos en futuras entradas– pero también permiten que la Generación Z esté más alerta a los riesgos de desinformación. La actitud constructivista de los adolescentes, además, podría ser saludable para su pensamiento político al permitir, como escribiera Hannah Arendt, conclusiones más fuertes a partir de la integración de distintos puntos de vista:
Mientras más perspectivas de más personas tenga presente en mi mente al ponderar un asunto dado, y mientras más pueda imaginar cómo pensaría y sentiría en su lugar, más fuerte será mi capacidad de pensar de forma representativa y más válidas mis conclusiones finales, mi opinión.1