Estudios

A Dios le pido: Religiosidad en tiempos de pandemia en el mundo

23/12/2021
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La pandemia del COVID-19 ha afectado a poco más de 270 millones de personas en el mundo y causado la muerte de, al menos, 5,3 millones de personas a la fecha. Al mismo tiempo, las medidas para controlar la propagación del virus, como las cuarentenas, han generado una contracción económica de gran tamaño, que supuso la pérdida de ingresos y empleos de millones de personas en el mundo. 

Para millones de familias en el mundo, la pandemia, sin duda, ha constituido una experiencia traumática. Una forma de lidiar con estas dificultades está relacionada con las creencias religiosas. Una revisión sistemática de la literatura en torno a la religión y la superación de experiencias traumáticas, como enfermedades graves, encontró que las experiencias traumáticas pueden llevar a una profundización de la religiosidad o espiritualidad.1 Otra revisión sugiere que el afrontamiento religioso, es decir, el uso de la religión para enfrentar dificultades (lo que en inglés se conoce como religious coping) contribuye al crecimiento post-traumático de los individuos2. Más recientemente, estudios en diversos países y ciertos subgrupos poblacionales sugieren que el uso de estrategias religiosas para sobrellevar la adversidad ayuda a mitigar los efectos negativos de la pandemia sobre la salud mental de las personas.3 4 

Dados estos antecedentes, es razonable esperar que, al menos para algunas personas, la religión se vuelva una fuente positiva de consuelo y esperanza en el difícil contexto de la pandemia, sobre todo cuando fuentes más “terrenales” de apoyo parecen estar en deuda. Para evaluar esta conjetura, utilizaremos los datos de 18 países participantes del proyecto “Valores en Crisis” durante la pandemia, esto es, cuando en tales países estaban vigentes medidas como cuarentenas o toques de queda. En concreto, estimaremos modelos estadísticos para saber si las personas afectadas por shocks de salud o a la economía personal han registrado variaciones en su religiosidad, en contraste con aquellas que no fueron afectadas, controlando por factores sociodemográficos, como el sexo, la edad, la educación y los ingresos. Los detalles de la construcción de las variables y del ejercicio estadístico están disponibles en el documento adjunto. 

Para medir religiosidad utilizamos tres preguntas que indican (a) la importancia de la religión en la vida personal, (b) si una persona se describe a sí misma como una «persona religiosa», y (c) la frecuencia con la que las personas entrevistadas asistían a un servicio religioso antes de la pandemia. Las primeras dos preguntas fueron revisadas en entradas previas en que analizamos las cifras de Chile en perspectiva comparada.

El Gráfico 1 arriba describe la asociación estimada entre haber tenido síntomas de COVID y la religiosidad. No hay asociación estadísticamente significativa, sin importar si las personas son menores de 30 años o no. Por el contrario, haber tenido algún cercano con síntomas de la enfermedad sí se asocia a un aumento de la religiosidad, solamente en aquellos encuestados mayores de 30 años. En cambio, esta asociación no es estadísticamente significativa para las personas menores de 30 años. 

El Gráfico 2 a continuación exhibe la asociación de los shocks económicos, asociados a las medidas de control de la pandemia, con la religiosidad, distinguiendo entre aquellos menores y mayores de 30 años. En particular, se observa que haber perdido el trabajo o haber enfrentado una reducción de la jornada está asociado a una mayor religiosidad, no menos, en el grupo de mayores de 30 años solamente. En cambio, no se estiman asociaciones estadísticamente significativas en aquellas personas menores de 30 años.

En suma, al menos en los 18 países participantes del proyecto “Valores en Crisis”, las experiencias negativas asociadas a la pandemia y a su control están asociadas a una mayor religiosidad, esto es, a la asignación de una mayor importancia de la religión en la vida de las personas y a una mayor autoidentificación religiosa, pero sólo en las personas mayores de 30 años. Una razón que podría explicar este aumento es el afrontamiento religioso, esto es, el uso de las creencias religiosas para sobrellevar la adversidad, con el objeto de mitigar los efectos negativos de la pandemia sobre la salud de las personas. Está por verse si en esta muestra internacional de participantes se observa ese fenómeno también. En contraste, entre las personas menores de 30 años, los diversos perjuicios en salud y la situación económica que las personas han sufrido durante la pandemia no están asociadas a mayor religiosidad. Posiblemente ello se deba a que en el grupo más joven de la muestra tiende a prevalecer la disociación de las personas de fuentes externas de autoridad, propia de las personas socializadas en contextos de afluencia y seguridades materiales y sanitarias. ¿Se estimará algo similar a lo aquí descrito para Chile? Abordaremos la pregunta en la última entrada de la serie.

Ricardo González T.
Valentina Salvatierra D.

Para ver en detalle el informe técnico, descarga el documento que encontrarás en el recuadro: "RECURSOS".

Notas

  1. Shaw, Annick, Stephen Joseph, y P. Alex Linley. 2005. “Religion, spirituality, and posttraumatic growth: a systematic review”. Mental Health, Religion & Culture 8(1):1–11. doi: 10.1080/1367467032000157981.
  2. Prati, Gabriele, y Luca Pietrantoni. 2009. “Optimism, Social Support, and Coping Strategies As Factors Contributing to Posttraumatic Growth: A Meta-Analysis”. Journal of Loss and Trauma 14(5):364–88. doi: 10.1080/15325020902724271.
  3. Counted, Victor, Kenneth I. Pargament, Andrea Ortega Bechara, Shaun Joynt, y Richard G. Cowden. 2020. “Hope and well-being in vulnerable contexts during the COVID-19 pandemic: does religious coping matter?” The Journal of Positive Psychology 0(0):1–12. doi: 10.1080/17439760.2020.1832247.
  4. Pirutinsky, Steven, Aaron D. Cherniak, y David H. Rosmarin. 2020. “COVID-19, Mental Health, and Religious Coping Among American Orthodox Jews”. Journal of Religion and Health 59(5):2288–2301. doi: 10.1007/s10943-020-01070-z.